Todos los días cuando el reloj indica las 5 de la mañana, Wilmer Eduardo Cárdenas Mendoza se despierta y se organiza para salir a trabajar; la brisa fresca de la zona costera lo acompaña mientras se desplaza en su motocicleta desde su vivienda, ubicada en el municipio de Arboletes (Antioquia), hasta la vereda Galilea del municipio de Los Córdobas (Córdoba), para llegar la parcela donde cría y comercializa cachama y bocachico.
Desde hace un año y cuatro meses este recorrido es habitual para Wilmer o ‘Chuma’, como cariñosamente lo conocen en su municipio, un egresado de la Tecnología Acuícola del SENA, quien junto a su papá y dos hermanos adquirió en enero de 2015 la planta piscícola que cuenta con cuatro estanques y una represa para el cultivo de sus peces.
“A mí me fascina el campo y la acuicultura, por eso diariamente madrugo a la parcela a analizar el proceso de alimentación y hacerle mantenimiento a los estanques para que todo esté bien cuidado”, asegura ‘Chuma’.
En 1987, situaciones de orden público lo obligaron a abandonar la finca que tenían en Arboletes, se fue con su familia; 11 años más tarde retornó a su pueblo buscando comenzar de nuevo para darle mejores condiciones de vida a los suyos.
Como Wilmer, en Urabá hay 22 aprendices formándose para beneficiarse de las posibilidades que los ecosistemas de manglares brindan para la producción piscícola, camaronera y ostrícola.
En 2010, el SENA, a través del Complejo Tecnológico Agroindustrial, Pecuario y Turístico, llevó la Tecnología en Acuicultura a Arboletes; Wilmer vio una oportunidad: el programa cumplía con todas las expectativas que tenía para retomar su proyecto de vida.
Hoy no duda en decir que “gracias a la formación que del SENA, me siento más profesional que cualquier otro profesional, porque además de ayudar a otros campesinos a cuidar sus estanques para un mejor aprovechamiento de los mismos, genero empleo y saco adelante a mis dos hijos, uno de ellos ya está en la Universidad”.
A través de la oferta educativa en áreas relacionadas con la acuicultura, la Entidad en Antioquia forma 81 aprendices en los niveles técnicos y tecnológicos y 1.182 en cursos complementarios, ellos serán las personas que aprovecharán el cultivo de especies acuáticas tanto vegetales como animales, los recursos naturales de la región y al mismo tiempo aportarán al fortalecimiento de este renglón económico.
Al igual que lo hizo Wilmer, en el Urabá hay 22 aprendices formándose en Tecnología Acuícola; ellos son quienes se beneficiarán de las posibilidades que los ecosistemas de manglares brindan para la producción piscícola, camaronera y ostrícola, especies promisorias en la zona.
“La región de Urabá se encuentra ubicada en un punto estratégico por sus ríos y mares, permitiendo que se dé una gran diversidad de especies de peces que permiten generar programas de economía a nivel de pescadores y campesinos, al igual que programas acuícolas artesanales con especies nativas o introducidas”, expresó el subdirector del Complejo Tecnológico Agroindustrial, Pecuario y Turístico, Elkin Humberto Granada Jiménez.
Y es que para Wilmer la educación es una oportunidad para ser productivo, por eso dice con pleno convencimiento que “la acuicultura es una de las formaciones que le permite al campesino salir adelante porque la inversión económica es muy poca, solo hay que dedicarle tiempo y mucho amor. Ayudar no es decirle a una persona ‘vea acá esta la plata y compre comida’; ayudar es enseñarle a la persona para que se sienta satisfecha con lo que hace”.
LA ACUICULTURA COMO FUENTE DE EMPLEO
La unidad productiva de ‘Chuma’ le permite comercializar 1.200 kilos de cachama cada cuatro meses, así genera actualmente 10 empleos, de los cuales dos son permanentes y ocho se dan en época de mantenimiento y cosecha.
Él es un hombre visionario, sabe que parte del éxito de su producto es el valor agregado que pueda darle, por esta razón abrió un restaurante; se llama El Rinconcito del Mar y allí ofrece platos preparados con las especies de pescado de su parcela y con la yuca, el coco y plátano que también siembra, allá en la vereda Galilea.
“El restaurante también me da la posibilidad de emplear a cuatro personas de la zona para que se ayuden con los gastos de su hogar; de esta forma contribuyo a la generación de empleo en el municipio”, afirma orgulloso nuestro protagonista.
Las ganas de compartir su conocimiento con otros campesinos y productores, el amor por el trabajo, la visión y la seguridad que la dio su formación académica son los motores que impulsan a Wilmer a seguir adelante con su proyecto de vida, a levantarse todos los días cuando el reloj indica las 5 de la mañana, a tomar su motocicleta y desplazarse a la parcela mientras la brisa fresca de la zona costera los acompaña.