​Andrés Felipe Suárez Marín y Cristian Daniel Vaquiro Gutiérrez han crecido en las montañas del Quindío, rodeados de café y saboreando una bebida admirada mundialmente. Ahora, dejan de seguir los pasos de sus padres caficultores para crear su propio destino como baristas.

Los dos jóvenes, radicados en el municipio de Génova, en la cordillera del departamento, cursan actualmente su formación como técnicos en Barismo, en el SENA Regional Quindío. Sin tener que salir de su pueblo, pueden capacitarse gracias a la descentralización de los servicios prestados por la Entidad.

"Hace unos cinco años empecé a estudiar con el SENA realizando cursos complementarios en el aula móvil que llega hasta Génova. Ahora, me dieron la oportunidad de certificarme como técnico en mi municipio, reduciendo costos de traslado. Realmente es una gran oportunidad, en especial para nosotros que vivimos retirados del casco urbano", afirma Andrés Felipe.

El amor por el café es heredado, pues los padres y abuelos de los aprendices desempeñaron esta labor con dedicación y entrega. "Yo crecí en el campo y mi papá me enseñó a coger café y todo lo que es el cultivo, pero siempre me pregunté qué había más allá, después del beneficio del café para transformarse en bebida. Siendo familia caficultora, desconocíamos el tema", asegura Cristian Daniel.

Él anhela seguir aprendiendo del café y convertirse en experto, uno que dignifique la labor de los caficultores. y Por su parte, Andrés Felipe sueña con fortalecer su municipio a partir del café. Por eso, actualmente hace parte de la Asociación de Jóvenes Cafeteros, donde junto con a 43 ciudadanos, entre ellos 16 jóvenes, trabaja en el posicionamiento de cafés de calidad.

"Desde la asociación nos hemos apoyado mucho en el SENA para diferentes tipos de capacitaciones en buenas prácticas agrícolas, liderazgo, asociatividad y emprendimiento, todo en el tema de café. Eso nos impulsa para fortalecer nuestra labor en el relevo generacional", concluye Andrés Felipe.

Aunque la formación se imparte de manera descentralizada, estos dos aprendices deciden afianzar sus conocimientos a través de prácticas en la Escuela Nacional de la Calidad del Café ubicada en Armenia, un escenario que ofrece diversos laboratorios y equipos que van a la vanguardia del mundo de este grano insignia.