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  • Bienestar

    Hilando sueños, cosiendo esperanzas

    Cartagena
    sábado, 08 de marzo de 2014
    Sin muchas posibilidades de hacer realidad su sueño de ser diseñadora, una mujer se trasladó al Carmen de Bolívar. Allí ingresó a un curso de formación que le cambió la vida. Crónica.
    En los inicios de la formación, Dargys desconocía cómo usar la máquina de coser. El 90 por ciento de las mujeres inscritas de este curso, son mujeres desplazadas.

    Con la emoción que produce ver el resultado de un logro alcanzado, Dargys Teherán exhibe los diseños y piezas confeccionas por ella misma. Relata entre risas y conmoción cómo un curso de modistería con el SENA cambió su vida.

    "Antes no sabía ni coser un botón y ahora diseño la ropa de mis hijos, tengo muchos clientes e incluso confecciono ropa para primera comunión".

    Esta joven de 28 años, vivió desde muy temprana edad el desplazamiento forzoso, cuando la violencia que afrontaba el país –en el año 2000– llegó a su hogar en Tierra Grata, vereda del Carmen de Bolívar.  A su modo de ver, sentía que el destino le jugaba una mala pasada y que el pueblo que la vio crecer se había convertido en el antónimo de su nombre.

    Sin muchas posibilidades de hacer realidad su sueño de ser una gran diseñadora se trasladó al Carmen de Bolívar junto a su familia, donde creyó que ser ama de casa sería su único oficio, hasta que ingresó a un curso de formación complementaria en modistería con el SENA; allí  conoció sus compañeras de clases quienes también habían sido víctimas del desplazamiento, como Gertrudis Llerena, quien en 2012 tuvo que abandonar su domicilio en Las Lajas, Vereda ubicada al norte de Bolívar.

    Con la emoción que produce ver el resultado de un logro alcanzado, Dargys Teherán exhibe los diseños y piezas confeccionas por ella misma.​

    "El retirarse forzosamente del pueblo implica dejar atrás tu casa, tus vecinos, todo los que has visto, e incluso a veces las esperanzas de algún día poder regresar", afirma Gertudris, quien a sus 30 años montó una unidad productiva en confección de ropa que hoy representa un ingreso adicional a la economía de su hogar.

    "Estas mujeres emprendedoras son la muestra de que el acceso a la formación, es el camino a las oportunidades; que no importa si las ilusiones han sido arrebatas, mientras las ganas de superarse y los sueños permanezcan, se lograrán los propósitos personales", dice María Isabel Atencia, instructora de modistería.

    El caso de Dargys y Gertudris, se suman a las muchas historias de personas desplazadas que reciben formación gracias al SENA. En Bolívar fueron más 193 mil personas, en esta condición, las atendidas con formación titulada y complementaria durante el año anterior.

    Cuidar la identidad de las personas que trabajan la tierra, que se identifiquen frente a la sociedad como tal, es el principal objetivo de estas mujeres.​

    UN PROYECTO QUE BENEFICIARÁ A LOS CAMPESINOS

    Conscientes de las nuevas medidas de seguridad que conllevan a la restitución de tierras de la población víctima del desplazamiento y de lo mucho que significa volver al campo luego de haber sido desalojados, el grupo de aprendices del curso de modistería, bajo la dirección de la instructora María Isabel Atencia, desarrollan la iniciativa que busca confeccionar uniformes para los campesinos según el cultivo en el que laboren; esto con la finalidad de que sean reconocibles como los hombres que trabajan la tierra y a la vez que sirva de camuflaje frente a los alzados en armas.

    "Nuestra idea, es inicialmente exponer el proyecto a los agricultores, a los dueños de cultivos; que conozcan la importancia de crear herramientas que permitan a los campesinos sentirse más seguros a la hora de trabajar en el campo", expresa la instructora María Isabel.

    Los cultivos más cosechados en la zona norte de Bolívar son ñame, yuca, aguacate, maíz, caña, palma, entre otros, por lo que las aprendices esperan crear estampados que permitan representar dichos cultivos.

    "Ser parte de este proyecto me parece genial, pues no solo representa una fuente de trabajo para mí al confeccionar los uniformes, sino que también simboliza protección para los campesinos. Mi esposo trabaja del campo, sembrando y comercializando el cultivo, por lo que deseo que se sienta tranquilo mientras trabaja, seguro de que la violencia no lo alcanzará", cuenta Dargys Teherán.

    Cuidar la identidad de las personas que trabajan la tierra, que se identifiquen frente a la sociedad como tal, es el principal objetivo de estas mujeres que, desde el oficio que aprendieron a hacer, siembran esperanzas e ilusiones con sus hilos de costura.

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    RRC/agf
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