Alejandro Antonio Zabaleta Acuña encontró en este municipio –ubicado a 93 kilómetros de Valledupar– la oportunidad que estaba buscando desde su juventud. A sus 40 años y sin profesión definida, su vida transcurría de forma monótona; sin embargo, no perdía la esperanza de encontrar un rumbo diferente.
Intentó realizar muchas cosas para ganarse la vida de forma digna y honrada; fue promotor de rifas y otros juegos de azar, hacía mandados por encargo y hasta fue candidato al Concejo Municipal, pero los votos no fueron suficientes y esa meta también se esfumó.
En el pueblo era conocido como ‘el loquito’; aquel con ganas de hacer de todo, pero que por falta de formación y dinero, sus proyectos quedaban a medias. Pero para él había otra misión.
“Esas son cosas inexplicables; yo digo que ‘me sonó la flauta’; son cosas de Dios que me puso en el camino a este amigo y al SENA”, manifiesta con convicción este hombre que no sabe leer ni escribir.
Cierto día un amigo le comentó a Alejandro, que en el SENA existían programas para ayudar a personas vulnerables y en condición de desplazamiento, que podía ir acudir al Fondo Emprender para enterarse de los beneficios que podría obtener.
“Sigo siendo ‘el loco de Bosconia’, pero por minimizar ese impacto que genera la construcción de la vía. Loco por colaborar con la conservación de la capa de ozono”.
Y de verdad que a Alejandro le sonó la idea y diseño un plan de negocio que presentó al SENA, basado en sus conocimientos del campo, propuso la puesta en marcha de un vivero para formar un semillero de plántulas con especies nativas de la región, precisamente donde el Gobierno Nacional adelantaba el megaproyecto de la vía La Ruta del Sol, en cuya expansión se tala un gran sector del trazado a los costados de las vías.
“Y así fue como logré que mi proyecto fuera aceptado, me capacite en viverismo, me prestaron un capital semilla y con eso inicié todo lo que hoy tengo y lo que soy; lo más importante es que otras personas necesitadas, como lo estuve yo en su momento, han conseguido trabajo con mi empresa”, asegura entusiasta este aprendiz que hoy es un gran empresario.
Alejandro ha llamado a su vivero ‘Un despertar’, porque eso es lo que considera que pasó con su vida: “yo desperté, andaba en otras cosas; sin rumbo, sin destino y sin motivación”. Un despertar que le ha permitido generar 58 empleos, 8 de los cuales son directos.
Su vivero se ha convertido en la despensa forestal de organizaciones como Ecopetrol, Ruta del Sol, Conalvías y el concesionario Yuma.
“Sigo siendo ‘el loco de Bosconia’, pero por minimizar ese impacto que genera la construcción de la vía. Loco por colaborar con la conservación de la capa de ozono y porque especies nativas y maderables, como el bálsamo, el carreto, el tolú y el guayacán, sigan florecidos en los campos del Cesar”, puntualizó este emprendedor que prometió aprender a leer y a escribir antes que finalice el 2014.