Dieciocho campesinos de Salento, 'municipio padre del Quindío', se forman en construcción básica, un escenario que les ha permitido adquirir nuevos conocimientos e iniciar un proceso de la creación de unidades productivas en sus fincas.

Los aprendices, pertenecientes a una pequeña asociación porcícola, decidieron retomar lo que antes era conocido como minga o convite, donde todos unidos van de finca en finca aprendiendo con la asesoría y acompañamiento del SENA, y ayudando a sus vecinos a implementar mejoras en sus predios para la producción de cerdos.

"Es muy bueno que el SENA nos visite, porque así miran realmente qué necesidades tenemos nosotros los campesinos, y nos pueden apoyar más en muchas formaciones que desconocemos para poner en práctica en el campo. Ahora estamos en un proceso de unidad para mejorar las cocheras que es el programa en el cual estamos, y eso nos tiene muy contentos", dice Julia Durán, campesina beneficiada.

Cada semana sus parcelas se convierten en aulas de formación, donde la práctica hace al maestro, apostándole a los sueños e incentivando el relevo generacional. "Siempre he estado interesado en mejorar las prácticas y montar la propia planta de cárnicos que es lo que busca este proyecto y ahora con gran ayuda del SENA. Mi amor por el campo ha sido inculcado por mi madre y nosotros queremos mejorar nuestros proyectos rurales", manifiesta Jesús Antonio Salazar, joven campesino.

Este joven caficultor destaca la importancia de que las nuevas generaciones trabajen en la tecnificación de la producción agrícola y pecuaria. "El campo es muy bonito y hay muchas opciones, pero debemos saberlas trabajar y transformar para tener una rentabilidad y sostenibilidad, porque sin campo no hay otra fuente de sustentación para la ciudad", agrega.

Este espacio permite que la formación cautive a los más jóvenes, logrando además el fortalecimiento de la asociatividad y la unión familiar desde las labores cotidianas del campesinado.