Desde pequeña, Dalila Sánchez, hija de una familia típica amazonense, sintió que estaba preparada para afrontar grandes desafíos. Sus primeros años de vida transcurrieron junto a sus padres y sus 10 hermanos en el área no municipalizada de El Encanto, población ubicada en la espesura de la selva sobre el río Putumayo.

De su mamá, aprendió la fortaleza de la mujer del campo, pues vio como a punta de trabajo duro pudo sacarlos adelante. Esa tenacidad, sumada a su carácter inquieto, le permitió a Dalila, siendo aún una niña, comenzar a recorrer junto a sus seres queridos una nueva vida en Leticia, decisión motivada para que todos pudieran continuar con sus estudios.

Con todo lo que implica el proceso de adaptación a una vida urbana, pero fiel a su sangre indígena de la etnia murui, fue creciendo entre el estudio y las vivencias propias de la adolescencia, se enamoró y así llegó a tomar una de sus primeras grandes decisiones: en grado 10.º se retiró del colegio y dejó a su familia para retornar a la profundidad del Amazonas.

Dalila se casó, se radicó en Tarapacá y conformó el hogar en el que vio nacer a sus tres hijos.

Fue precisamente allí donde tuvo su primer contacto con el SENA: "Llegaban los instructores del SENA y así hice cursos de modistería, manipulación de alimentos y otros. Aprovechaba el tiempo", recuerda. Pero Dalila quería más y su naturaleza inquieta la llevó, años después, a radicarse nuevamente en Leticia, esta vez como madre soltera y con el propósito de perseguir sus sueños; nada la iba a detener.

"Pude culminar mi bachillerato y me presenté a la universidad pública para estudiar Enfermería o Química Farmacéutica, pero no pasé", cuenta Dalila, así que, en ese primer intento fallido, optó por hacer un curso de enfermería en Tabatinga, ciudad vecina del Brasil.

Pero sus ganas de estudiar seguían intactas y en 2014 se dirigió al Centro para la Biodiversidad y el Turismo del Amazonas, del SENA, y se inscribió en el Técnico en Servicios Farmacéuticos. Sin embargo, en medio de este momento de felicidad, se enfrentó con una situación de crisis.

"Al comienzo la dificultad era grande, porque a la par de mi estudio, trabajaba en el sector del turismo y también tenía que atender a mis hijos, la presión era muy grande. Se me cerró la mente, así que me retiré por unos días, pero mi instructora me buscó, me motivó y me dijo «hágale que usted puede»", dice Dalila.

Con la formación, estuvo en la capacidad de armonizar todo su conocimiento ancestral con el saber occidental y, además, pudo ejercer su etapa práctica en el hospital local y certificarse en el 2015. Desde entonces, como egresada SENA, se ha vinculado laboralmente a diferentes organizaciones públicas y privadas de la región.

Firme en su convicción de que la educación es el camino para las oportunidades, Dalila ha inculcado esta filosofía en sus hijos de 27, 22 y 20 años.

"Mi hija mayor culminó hace poco el Técnico en Salud Oral en el SENA y se encuentra en su etapa práctica, y mi hijo menor hizo un Técnico en Sistemas por medio del Programa de Articulación con la Media -dice-. Mis hijos admiran todas las cosas que he hecho, yo les digo que si yo lo logré ellos también pueden".

Su sed de conocimiento es infinita y, por eso, quiere seguir estudiando: "Quiero hacer un tecnólogo y también una carrera universitaria, quiero ser química farmacéutica", sostiene.

Dalila desea recorrer el camino del emprendimiento en beneficio de su comunidad, alternando su aprendizaje técnico en farmacia y su conocimiento tradicional en plantas medicinales.

Dalila deja un mensaje para los amazonenses, especialmente para los pueblos indígenas; "Nacemos para aportarle algo a la sociedad, aconsejo a la juventud que se realicen, estudien porque entre más conocimientos tengan será mucho mejor, el SENA es gratis, aprovechen esta oportunidad de formarse".

A través de sus programas de formación, el SENA contribuye a la justicia social de Colombia.