La familia Mutumbajoy vivió en noviembre de 1994 una de las acciones más violentas donde el padre de Carlos Alberto Mutumbajoy, el protagonista de esta historia, falleció cuando su hijo tenía sólo 13 años de edad.
Fue un capítulo negro el que soportó el departamento de Putumayo a causa del conflicto armado, cientos de familias se desplazaron al interior o buscaron refugio en otras regiones del país.
Carlos Alberto fue tentado por grupos al margen de la ley para que hiciera parte de las filas guerrilleras, por su negativa de vincularse tuvo que desplazarse a otros lugares. Cuando regresó a su tierra en 1996, en el Valle del Sibundoy (Putumayo), no pudo decir que no, en esa ocasión fue recluido de manera ilegal.
Carlos Alberto fue tentado por parte de los grupos al marguen de la ley para que hiciera parte de las filas guerrilleras, por su negativa a vincularse, fue desplazado.
En 1998 durante el proceso de paz San Vicente del Caguán (Caquetá), escuchó que la líder indígena contaba de las violaciones que se cometían en su comunidad, uno de esos casos fue el de su madre quien se encontraba hospitalizada en Bogotá, en ese momento decidió dejar la guerrilla y con apoyo de organizaciones humanitarias, logró salir del conflicto armado interno y por su seguridad salió del país.
"Salí de Colombia pero la situación fue aún más dura debido a la discriminación que había hacía los colombianos, al no encontrar oportunidades, regresé en el 2000 al país con la decisión de estudiar", señaló Carlos Alberto.
A su regreso decidió formarse en el SENA, primero en Tuluá (Valle del Cauca) y luego en Pasto (Nariño); Carlos pensó que la violencia que había soportado se había quedado en el olvido, pero la realidad fue otra, cuando estuvo en la capital de Nariño fue víctima de un atentado por lo que nuevamente lo dejó todo, incluida su formación.
"Para salvaguardar mi vida ingrese al ejército donde estuve hasta 2006 para luego entrar a trabajar a Corpoamazonía, hasta que nuevamente el conflicto me obligo a desplazarme".
En su tercer desplazamiento, no sólo velaba por su seguridad sino por la de su esposa, Doris María del Carmen Jajoi, por eso se desplazaban de ciudad en ciudad, había transcurrido un año y medio y volvieron a Pasto. Para sobrevivir diseñaba manillas, aretes y collares, entre otras artesanías propias de su cultura Inga.
"Este trabajo nos ha permitido conseguir el sustento para la familia y a la vez ser un ejemplo para otras personas que llevan años viviendo del Estado por ser desplazados. Mientras tengamos salud podemos hacer muchas cosas, con el esfuerzo salimos adelante, es difícil pero siempre hay que hacer el intento".
Luego de pasar por este flagelo Carlos cultiva un sueño, que su apellido el mismo que lleva el nombre de su empresa, se convierta en marca comercial a nivel nacional e internacional y que la 'fuerza del tigre' significado de la palabra Mutumbajoy, lo lleve a conquistar sus metas.
A su regresó a Colombia, después de salir por su seguridad, decidió formarse en el SENA, primero en Tuluá (Valle del Cauca) y luego en Pasto (Nariño).
Luego de vivir diferentes situaciones y compartir lugares con una cultura muy diversa, no ha perdido los hábitos que distinguen su cultura, "el día que un indígena pierda la palabra y el respeto deja de ser indígena, es por eso que los pueblos indígenas tenemos una frase de corazón 'camentsa yentsa camentsa biya' (hombres de aquí mismo con pensamiento y lengua propia), esto representa que sin importar donde se esté siempre hay que ser los mismos".
UNA OPORTUNIDAD A TRAVÉS DE LA FORMACIÓN
A partir de la formación recibida en el SENA, la familia Mutumbajoy pudo convertir en realidad la iniciativa de negocio y rescatar parte de la cultura de su comunidad a través de las artesanías.
"El colorido de nuestros productos representa la biodiversidad, tanto de flora como de fauna, en el tejido se expresa la simbología con la cual se contamos historias y la talla representa diferentes manifestaciones de la comunidad indígena, sean positivas o negativas, como el desplazamiento que hemos vivido", explicó Doris María del Carmen Jajoi, esposa de Carlos.
En su pequeña empresa ha vinculado a personas de su misma comunidad indígena con lo que ha generado seis empleos dedicados a la producción de artículos artesanales propios de la cultura ancestral de su comunidad.