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  • Bienestar

    "El SENA es la casa para nosotros los desplazados"

    Bucaramanga (Santander)
    jueves, 08 de enero de 2015
    Historia de una mujer desplazada que encontró en el SENA la oportunidad de cambiar su vida y así mostrarle a otras personas de la misma condición, que sí es posible salir adelante.
    ​“Sueño con tener un taller grande, en donde se puedan emplear mujeres que hayan vivido la violencia, para que tengan una nueva oportunidad de salir adelante”, afirmó María Gloria.

    ​María Gloria Estrada Hernández es una santandereana de 52 años, madre de dos hijos, quien desde niña ha sufrido la barbarie del conflicto armado en el país.

     

    "Tenía 8 años, cuando por razones que aún desconozco, unos hombres armados llegaron a donde yo vivía, preguntando a mi papá, se lo llevaron y desde ese día no lo volví a ver. Después de eso, mis siete hermanos y yo fuimos repartidos en diferentes casas de familiares y amigos de mi mamá, que se llevó a los dos mayores y nunca los volví a ver".

     

    Con este recuerdo de 44 años, su rostro se transforma dejando ver las heridas causadas por una secuencia de eventos desafortunados que forjaron el carácter y empuje de esta mujer oriunda de Charalá (Santander).

     

    ​​Historia de una mujer desplazada que encontró en el SENA la oportunidad de cambiar su vida y así mostrarle a otras personas de la misma condición, que sí es posible salir adelante.​​

    "A partir de ese suceso perdí todo contacto con mis hermanos; todos nos fuimos del pueblo; a mí me llevaron a donde la esposa de un tío en Bucaramanga. Allá, después de vivir cinco años de mucho trabajo y  maltrato, decidí irme para donde una prima, donde estuve 12 meses, pero las cosas tampoco resultaron; entonces me fui para Bogotá y luego de vivir un año con otra prima decidí que era mejor estar sola. Por eso salí me independicé y empecé a trabajar como interna en casas de familia; para ese entonces tenía 16 años".

     

    Luego de cuatro años en la fría capital colombiana y con la corazonada de que en Bucaramanga encontraría alguna información para hallar a sus hermanos, regresó; su búsqueda no prosperó.

     

    Continuó como empleada del servicio doméstico y por aquellos vaivenes de la vida ingresó a trabajar en la casa de los Jiménez, donde conoció a Saúl, un integrante de la familia y quien más tarde se convertiría en el padre de su primera hija.

     

    Embarazada, sufrió la discriminación por su condición social y es despedida de su empleo. Una vez más, María queda sola, esta vez con esa hija concebida en medio de una relación prohibida y guardando en su corazón un amor al cual jamás volvió a ver.

     

    En 1987, a sus 25 años, nació su segundo hijo, producto de la relación que sostuvo con  Luis Alfredo Estrada, quien para ese entonces pensó era el amor de su vida. Sin embargo, allí tampoco encontró la felicidad y nuevamente quedó sola, con la responsabilidad de dos hijos y enfrentada a la condición de madre soltera y desplazada.

     

    "Desde ahí empecé a luchar sola con mis dos hijos pequeños; no fue fácil porque no podía trabajar pues no conseguía con quien dejarlos y las guarderías eran pagas o del Gobierno; además era muy difícil conseguir cupos".

     

    Luego de  cuatro meses del nacimiento de su segundo hijo, a quien llamó  Luis Alfredo, María sufrió una extraña enfermedad que por un año la hizo perder la visión y el movimiento corporal, situación que agudizó sus problemas y la obligó a vivir de la caridad de las personas.

     

    "A raíz de esa enfermedad quedé muy mal, no solo físicamente sino de ánimo, pero no me dejé vencer, ver a mis hijos me dio fuerza para continuar. Cuando ya me sentí mejor empecé a trabajar vendiendo chance y lotería; con eso me sostuve hasta 1995. A los 33 años cambié de oficio y opté por vender tintos, con esto pude comprar un lote que me costó 2 millones y medio, donde con la ayuda de mis hijos construí un ranchito", relató María Gloria.

     

    Cuando María sintió que las cosas mejoraban, una situación le recordaría los peores días de su infancia y el flagelo del desplazamiento, regresó a tocar las puertas de su vida.

     

    "Llegó un señor diciendo que para vivir allá tenía que pagar una mensualidad y de esa forma viviríamos tranquilos recibiendo protección  de ellos, los primeros meses con esfuerzo pude pagar, luego me fui atrasando, hasta que resulté muy endeudada y tuve que vender el lote y salir corriendo", agregó.

     

    En 2000, desesperada por su difícil realidad, decidió irse para Saravena (Arauca), dejando a sus hijos, pero con la firme intención de volver por ellos cuando se normalizara la situación. A los seis meses de estar trabajando en las labores del campo, en la vereda Sitio Nuevo, consiguió algo de dinero que envió a sus hijos en Bucaramanga y de esta manera volvieron a estar juntos.

     

    Pasaron los años y todo parecía solucionarse para María y sus hijos; ese momento se presentaba como la oportunidad que habían estado esperando para crecer como familia, pero al poco tiempo esto cambió.

     

    "Allá estábamos trabajando cuando esos dos bandos (ELN- FARC) empezaron a hacer reuniones, entonces nos dijeron que debíamos pertenecer a alguno de los dos; yo ya conocía como funcionaba eso, entonces no queríamos pertenecer a ninguno, ahí inició el problema. Empezaron a matar gente, se armó una  guerra entre ellos y nosotros; entendí  que si ellos se querían llevar a mis hijos lo harían y lo único que pude hacer fue coger mis tres cosas y salir de allá con ellos".

     

    Huyendo una vez más con sus hijos, llegó a Fortul (Arauca), donde le recomendaron ir a la Unidad para Atención y Reparación Integral de Víctimas. Allí fue registrada formalmente  como desplazada.

     

    En 2011, viviendo en Saravena, se quedó sin empleo; la situación de violencia había desolado las fincas, disminuyendo así las opciones laborales, para una persona como María. Frente a ese panorama, la madre cabeza de familia, tomó sus cosas y con sus hijos se fueron a intentarlo nuevamente a Bucaramanga.

     

    ​​"Quiero volver al SENA, porque para nosotros, la población vulnerable y desplazada es nuestra casa, porque allá encontramos compañía, formación, apoyo y cariño".​​

    Durante un año trabajó vendiendo minutos, hasta que la nueva política del Gobierno Municipal, respecto a la prohibición de ventas ambulantes, la obligó a dejar esta actividad.

     

    "Fue cuando escuché del SENA, me enteré de las capacitaciones que ofrecían. Ingresé y cuando me certificaron en emprendimiento apliqué a una convocatoria de la alcaldía y me dieron por mi condición de víctima, un capital semilla de 2 millones de pesos", contó.

     

    Con este capital y la formación que recibió en Emprendimiento Empresarial, Maquillaje de Muñecos en Tela y Operario en Manejo de Máquina industrial, creó la Unidad Productiva  'Creaciones y manualidades Gloria'.

     

    Actualmente, la protagonista de esta historia vive en Bucaramanga, con un nuevo amor, Néstor Leal, quien valora a la gran mujer que tiene a su lado.

     

    "Mi María es una mujer única, de ella admiro su empuje y capacidad de lograr todas las cosas que se propone", aseguró Néstor.

     

    Para este año que comienza, María Gloria aspira volver al SENA para formarse en Diseño de Modas y en Sistemas; el objetivo es ampliar su taller y ofrecer oportunidades de trabajo a mujeres que como ella han sido víctimas de la violencia en el país.

     

    "Quiero volver al SENA, porque para nosotros, la población vulnerable y desplazada es nuestra casa, porque allá encontramos compañía, formación, apoyo y cariño".​

    NMR/agf
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