Cuando el reloj ya había marcado las cinco de la tarde, indicando que faltaba poco para terminar la jornada laboral, Luis Chaverra escuchó los alarmantes gritos de un compañero que lo llamaba para que él y 19 mineros más salieran rápido del socavón porque la mina de al lado se estaba inundando. 

“Gracias a Dios a nosotros no nos pasó nada, la tragedia  fue en la mina La Cancha y el agua que la inundó no logró llegar hasta la mina La Playa en la que yo trabajaba; es que como quedan pegaditas nos asustamos mucho y corrimos, casi  con el corazón en la mano, para poder salir”, recordó este hombre, quien lleva 25 años trabajando en la minería. 

Desde aquel 30 de octubre de 2014, cuando la región entera y el país lamentó la muerte de los 12 mineros atrapados en la mina La Cancha, ubicada en Amagá (Antioquia), Chaverra, sus compañeros y otros 300 mineros aproximadamente quedaron desempleados dado el cierre preventivo de algunas minas de la Cuenca del Sinifaná –conformada por este municipio, además de  Angelópolis, Titiribí, Venecia y Fredonia–.

“Por eso digo que tener un empleo formal es una bendición, porque cuando ocurrió la tragedia la mina en la que yo laboraba fue cerrada y salimos de allí sin indemnización, sin ningún tipo de ahorro, sin nada. La minería informal puede dar más platica cada semana pero esas empresas no nos pagan las prestaciones que exigen la ley”, dijo.