​Un hecho irónico marcó la vida de Gerardo Cepeda, lo que pareciera que el destino le hizo descubrir su verdadera vocación, la de ser músico 

“En sexto de bachillerato perdí la asignatura de música. Recuerdo que tenía que llevar una flauta que costaba 10 mil pesos y solo tenía para una de dos mil. Gracias a Dios un primo me la consiguió y así pude recuperar la materia”, expresó Gerardo en medio de risas. 

Luego de terminar sus estudios de bachillerato Cepeda ingresó a una banda musical en el municipio de Baranoa, allí tocó el saxofón, clarinete y varios instrumentos de percusión; su aprendizaje fue en gran medida empírico y lo afianzó con la ayuda de otros músicos y la lectura. 

Años más tarde, como parte de la Fundación Nacional Batuta, enseñó a tocar gaita y flauta a niños de El Salado (Bolívar), muchos de ellos, hijos de padres desaparecidos a causa del conflicto armado colombiano. 

“Era como sanar el alma a través de todos estos ritmos y melodías. Por medio de estos jóvenes los adultos empezaron a sentir paz”, recalcó el “Profe” Gerardo. 

Todo esto sumó para crear Fetar, empresa formalizada gracias al apoyo del Fondo Emprender del SENA y un capital semilla por más de 89 millones de pesos, mediante el cual fabrica y comercializa flautas artesanales traversas en policloruro de vinilo o PVC, como se conoce comúnmente. 

“En concordancia con impulso a la Economía Naranja, el año anterior lanzamos la primera convocatoria para apoyar artistas, artesanos, entre otros creadores de esta industria y así como a Fetar, en el Atlántico apoyamos la creación de otras 11 empresas por más de mil millones de pesos”, señaló Jacqueline Rojas Solano, directora del SENA en Atlántico. 

La innovación de estos instrumentos de viento, de muy bajo precio, está relacionada con su forma y manejo, debido a que, al ser más cortas, son más fáciles de manipular, lo que favorece la enseñanza a menores de edad. 

Uno de los datos más interesantes está en su afinación, ya que este producto artesanal siempre va a tener el mismo grosor y el mismo espesor, a diferencia de las flautas artesanales de madera.

“El SENA siempre me ha apoyado con mi idea de negocio, así como a otras personas, con formación y oportunidades de crecimiento”, dijo Gerardo, cuando iba a dictar clase a varios niños del municipio de Baranoa, en un patio donde los menores se sientan en butacas de madera y un techo de paja los protege de la lluvia. 

Por su parte, Adolfo Pacheco, compositor de La Hamaca Grande, quien nació con el sonido de gaitas, en el municipio de San Jacinto (Bolívar), es considerado por la opinión pública como el último juglar vallenato.

Él comentó “La música es universal, hay que protegerla, a ella y sus creadores. Más aún a quienes fabrican de manera artesanal los instrumentos. Eso está reflejado en la Economía Naranja y qué bueno que el SENA haga parte de esto”. 

Gerardo de 35 años cuenta con una amplia trayectoria en la música, tanto como docente empírico e intérprete. Es docente del Centro Orquestal de la Fundación Nacional Batuta y ha creado seis escuelas musicales en la región, entre ellas la Corporación Cultural de El Salado, (Bolívar).