Rosely Robledo recuerda que a sus 16 años, en La Loma, corregimiento de Bojayá (Chocó), junto con su madre amasaba pan y hacía cocadas mientras que su padre se dedicaba a la construcción de viviendas. Tiene ocho hermanos y con ellos cultivaba la tierra en una finca, que por esos días era propia, en la que germinaban productos como el borojó que después procesaban para elaborar derivados como jaleas y mermeladas; después de terminar cada jornada, se bañaban en el río Atrato.
Pero en 2002, un ‘cilindro bomba’ o ‘pipeta’ estremeció no solo a una iglesia del Pacífico colombiano, sino a todo el país con la llamada Masacre de Bojayá, donde Rosely perdió a primos, sobrinos y una cuñada.
Pero su familia se negaba a dejar todo por lo que había trabajado, hasta que en 2004 una madrugada de mayo fueron desplazados forzosamente; una panga –pequeña embarcación de transporte por río–, los llevó a Quibdó (Chocó) y luego de un tiempo, buscando sanar las heridas que la guerra dejó, se mudaron a Soledad, municipio ubicado en el norte del Atlántico.
Una vez en este departamento de la región Caribe, declararon en la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, donde empezaron a acceder a las ayudas y servicios que entidades como el SENA brindan a quienes han sido golpeados por este flagelo. Es así como Rosely ha realizado formaciones en Emprendimiento, Derechos Humanos y Pastelería.
Gracias a su amor por la gastronomía, a los conocimientos técnicos desarrollados en la entidad y el acompañamiento en Empresarismo, iniciará su propio negocio de elaboración de pasabocas, cocidos y congelados.
“Estoy muy contenta porque siento que las mujeres afro como yo y las víctimas, podemos emprender con el SENA; podemos empoderarnos, liderar, generar recursos para nuestras familias y promover el impulso de nuestra gente que tanto ha sufrido”, aseguró Rosely, madre de dos hijos.
Además, a través de la formación recibida desarrolló innovaciones como la fabricación de harina a base de chontaduro –fruta propia de su tierra–, para la elaboración de deditos y empanadas, entre otras especialidades gastronómicas; con esto ha podido reunir lo mejor de su pasado para construir un nuevo futuro.
La Alcaldía de Soledad suministró herramientas e insumos, para que inicialmente, así como ella, otras 28 mujeres iniciaran sus unidades productivas, las cuales contaron con una inversión de más de 25 millones de pesos. Rosely recibió un freezer o congelador, un horno y una mesa de acero.
“Las mujeres lideran el cambio; en todos los barrios encontramos a madres luchadoras dispuestas a impulsar a sus hijos y comunidades, por eso con el apoyo del SENA, que es nuestro mejor aliado, estamos transformando el municipio y este es apenas el primer grupo beneficiado a través de la alianza”, dijo Joao Herrera, alcalde de Soledad.
Otra de las nanofranquicias que se promovieron mediante la alianza fueron las de objetos decorativos elaborados con materiales reciclables, la fabricación de accesorios y de artículos para el hogar, refuerzo escolar y maquillaje social.
En total el SENA formó a 100 personas en habilidades técnicas asociadas a las ideas de negocio entre ellas: Elaboración de elementos, de artículos decorativos y utilitarios con materiales reciclables, Básico en Pastelería, Fortalecimiento Pedagógico Comunitario en la Primera Infancia y Manejo Básico de Maquina Plana.
Por su parte, la directora de la Regional Atlántico del SENA, Jacqueline Rojas Solano. expresó que “la idea es que estas mujeres en situación de vulnerabilidad, madres cabeza de hogar, desplazadas, puedan contar con mecanismos para generar ingresos desde la realización de actividades de su interés, pero adicional, asesorarlas en la creación de empresa para que generen más empleos y contribuir con la formalización de sus negocios”.
Durante 2016 en Atlántico se formaron más de 145 mil personas en condición de vulnerabilidad y en el Caribe colombiano se crearon 108 unidades productivas de personas desplazadas por la violencia.