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  • Bienestar

    “Aprender a pescar y no encontrar el pez servido”

    Medellín (Antioquia)
    martes, 27 de agosto de 2013
    Emprendimiento y tenacidad: dos palabras que describen a Carmen Yolanda Roldán, una mujer de 38 años, madre de 12 hijos y a quien la vida le ha puesto innumerables pruebas.
    ​Carmen Yolanda (izq.) disfruta enseñar a otras madres cabeza de hogar como Ángela (der.), un oficio que las ayudará a generar su propio sustento.

    Emprendimiento y tenacidad: dos palabras que describen a Carmen Yolanda Roldán, una mujer de 38 años, madre de 12 hijos y a quien la vida le ha puesto innumerables pruebas.

    Su hijo menor tiene apenas un año y el más grande acaba de cumplir la mayoría de edad, pero han sido ellos su inspiración. El nudo de su historia comienza en el año 2000 cuando se vio obligada a salir de su pueblo natal, Frontino, ubicado al occidente antioqueño, debido a que presenció la masacre de 17 campesinos incluido su primer esposo, padre de sus tres hijos mayores.

    En condición de desplazada por la violencia, sin conocer a nadie y sin un peso en el bolsillo, pero aferrada a sus pequeños, cogió un bus rumbo a Medellín que la condujo al barrio Prado Centro.​​​​


    En condición de desplazada por la violencia, sin conocer a nadie y sin un peso en el bolsillo, pero aferrada a sus pequeños, cogió un bus rumbo a Medellín que la condujo al barrio Prado Centro. En este lugar pasó varias noches a la intemperie, durmió en cartones mientras sus piernas servían de almohada a los niños, aguantó hambre y frío pero siempre tuvo la esperanza de subsistir pensando en un mejor futuro para ellos.

    “Vivir en las calles es muy duro, toca pedir plata, todos te rechazan, los otros habitantes de calle sienten celos al ocupar su cuadra porque cada uno tiene su espacio y me veían como una competencia”, comentó Carmen con nostalgia.


    Su amor de madre fue más fuerte que cualquier amenaza, por lo que con gran coraje y valor denunció ante la Fiscalía la desaparición de sus hijos.​​​​​


    Desde ese momento empezó su trasegar por varios hogares de paso. En 2005, cuando fue ubicada en el corregimiento San Cristóbal, decidió poner a producir un capital de tres mil pesos vendiendo dulces en los buses y posteriormente bolsas de basura. Así estuvo durante tres meses, hasta que a punta de palos y tornillos reciclados, se inició en la venta de traperos.

    Tiempo después se volvió a enamorar, pero desafortunadamente este hombre, con el que tuvo sus otros hijos, sufrió una penosa enfermedad que lo dejo discapacitado y con problemas de esquizofrenia, por lo que debió alejarse de ellos.

    El afán por mejorar cada día sus ventas la condujeron hacía la Fundación Remar donde vivió un tiempo. Allí le brindaron apoyo psicosocial y económico. Fue en 2007, cuando conoció al SENA, que empezó a recibir formación sobre mercadeo, ventas, corte y confección. En ese momento empezó su vocación de liderazgo al reunir a 35 madres cabeza de familia para trabajar en un pequeño taller de costura que pudo montar con siete máquinas donadas.

    “El SENA fue mi primera escuela y mi primera inducción a la vida. Gracias a un programa de beneficio a madres desplazadas por conflictos armados, aprendí que lo importante en la vida es aprender a pescar, no encontrar el pez servido”.

    En 2009 recibió, por parte del Programa de Atención a Población Vulnerable, de la entidad en que más confían los colombianos, un ‘Capital semilla’ para su unidad productiva’ por 16 millones de pesos, los cuales de inmediato invirtió para hacer crecer su proyecto.

    Actualmente sigue su ciclo de formación, ahora en Diseño, Corte y Confección, y termina el Técnico en Administración de Empresas que hace a través de una cooperativa de trabajo asociado del DPS.​​​​


    Cuando todo parecía mejorar, el 8 de agosto del siguiente año volvió a ser víctima de la violencia cuando un grupo de milicianos entraron al taller, se robaron las máquinas y se llevaron a sus tres hijos mayores que en ese momento tenían 12,13 y 14 años. Ese fue el peor momento de su vida, dijo Carmen.

    De nuevo desplazada y con la incertidumbre de no saber el paradero de sus hijos, tuvo que volver a empezar de cero. Por temor, ella escondió al resto de niños en diferentes casas de familia que la ayudaron mientras encontraba un lugar seguro. Mientras tanto, vivió en diferentes barrios populares de Medellín y nunca perdió la esperanza de recuperar a los que le habían raptado.

    Su amor de madre fue más fuerte que cualquier amenaza, por lo que con gran coraje y valor denunció ante la Fiscalía la desaparición de sus hijos. Aunque ella ya los estaba buscando por su cuenta, también se ocupaba en trabajos temporales. Peso a esto no descuido la formación del SENA, porque era la puerta que se abría para cumplir su gran sueño: ser empresaria.

    Después de un largo proceso en el que no descansó de hacer retratos hablados, pegar afiches por toda la ciudad que la condujeran a encontrar a sus hijos y acudir a los medios de comunicación para hacer eco de su angustia, los encontró hace siete meses en el municipio de San Pedro, en el Urabá antioqueño.

    “Los tenía un grupo armado ilegal, pero hoy ya estamos completos y juntos otra vez como una familia feliz; con necesidades pero unidos para progresar”, expresó Carmen, mientras hacía la señal de la cruz en su pecho para dar gracias a Dios.

    Los sueños se cumplen

    Por tercera vez le tocó volver a empezar y de nuevo con el apoyo de la Fundación Remar y la Cooperativa de Trabajo Asociado Fénix –operador del Programa de Mujeres Productivas del Departamento para la Prosperidad Social (DPS)–. Participó en el proyecto de fortalecimiento de unidades productivas para víctimas del desplazamiento forzado y obtuvo un impulso para volver a pensar en su negocio.

    Igualmente, se vinculó a varias ferias artesanales donde se exhibían productos realizados por desplazados. En la primera versión obtuvo varios contratos y en tan solo un día reunió ganancias superiores a los dos millones de pesos, los cuales se convertirían en capital para materia prima.

    Ahora y luego de 13 años de continuos sufrimientos, unas tejas de aluminio soportadas en palos y plásticos que cumplen el papel de paredes, componen la vivienda y la microempresa de Carmen. Allí, en un terreno cedido por la Alcaldía de Copacabana al lado de la antigua carrilera y una caudalosa quebrada, esta mujer y sus 12 hijos han empezado a echar raíces.

    Kayroga Sports Avanzar es el nombre que le puso a su nuevo negocio, una empresa dedicada a la elaboración de kits de aseo que integran implementos como escobas, traperos y recogedores, en la que no sólo genera empleo para ella sino también para cuatro mujeres más también cabezas de hogar. Además, emplea indirectamente a 30 personas más que son vecinos del sector.

    Según Ángela Henao, quien trabaja desde hace dos años con esta emprendedora, y quien también se forma con el SENA en el manejo de máquina plana y fileteadora, “hacer parte de este sueño es una gran oportunidad para autosostenerme con lo que sé hacer, por eso mi jefe ha sido un ejemplo para mí de ganas y positivismo”.

    Por su parte, Luz Edith Londoño, gestora de emprendimiento para población vulnerable del SENA, indicó que “Para nosotros, que la hemos acompañado en todo este proceso, es un orgullo ver cómo ha resurgido de las cenizas pasando de lo rudimentario a lo técnico, lo que ahora la tiene pensando como toda una empresaria”.

    La mayoría de personas que trabajan en el negocio están recibiendo formación complementaria del SENA, pues una de las metas de Carmen es tener a todo su personal certificado por la Entidad. Entre tanto, ella ahora está concursando en una convocatoria de Fondo Emprender para aplicar a un capital de 70 millones de pesos con los que espera fortalecer su negocio y mejorar las instalaciones locativas, las mismas que hace un año se fueron al piso debido al desbordamiento de la quebrada aledaña, donde tuvo una pérdida considerable de materia prima y maquinaria.

    Actualmente sigue su ciclo de formación, ahora en Diseño, Corte y Confección, mientras que termina el Técnico en Administración de Empresas que cursa por medio de la Cooperativa de Trabajo Asociado Fénix del DPS y con el apalancamiento de Bancoldex para su patrocinio estudiantil.

    Aunque ya comercializa sus productos en municipios como Copacabana y Bello, por medio del voz a voz y en minimercados y tiendas, la protagonista de esta historia sueña con graduarse el próximo año, generar más empleo a las mujeres víctimas del conflicto, convertir en profesionales a sus hijos y ser una de las grandes empresarias que esta tierra le ha dado al país.

    “Lo importante es aprender a pescar, no encontrar el pez servido”, puntualiza este ejemplo de mujer.​


    Comunicado Sena
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