Sincerín es un pequeño corregimiento de este municipio ubicado al norte del departamento, a 40 kilómetros de Cartagena, en donde los niveles de deserción escolar reportan que en promedio 68 estudiantes al año se desvinculan de los centros educativos por diversas razones, entre ellas, condiciones económicas, culturales, políticas, familiares y falta de motivación.

La cifra departamental es de 7.366 jóvenes que abandonan las escuelas; sin embargo Bolívar se ubica por debajo de la media nacional de 4,53%, lo que corresponde a 360 mil estudiantes que por voluntad propia quedan por fuera del sistema educativo.

“Estos jóvenes retirados de la escuela son catalogados como población en riesgo, ya que al tener disponibilidad total de tiempo, tienen más oportunidades de emplearlo en actividades indebidas como riñas callejeras, consumo de sustancias tóxicas y, lo más preocupante de todo, es que pierden la opción de prepararse para salir adelante”, afirmó Ramón Ríos, coordinador académico de la Institución Educativa Técnica Agropecuaria de Sincerín.

Por esta razón, las directivas de esta institución decidieron ejecutar un proyecto dirigido a los jóvenes desescolarizados en extra edad, con el apoyo de entidades como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y el SENA, y cuyo propósito es vincular nuevamente al sistema educativo a esta población juvenil, por medio de procesos de sensibilización, rescatándolos de las calles, motivándolos a continuar con su formación y capacitándolos en áreas requeridas en el municipio, como producción, manipulación y procesamiento de alimentos, elaboración de objetos artesanales y sistemas, entre otros.

Esta integración de esfuerzos de las tres entidades está encaminada a desarrollar una estrategia que facilite la permanencia por parte de los estudiantes en la educación superior y –a la vez– que posibilite su inserción en el mundo laboral, a través de la articulación de la media técnica con el SENA.

La iniciativa comenzó a desarrollarse con un grupo piloto de 19 estudiantes de grado 6°, en el que se concentran los jóvenes reingresados a las actividades académicas, quienes pese a sus características particulares –como problemas de disciplina e incluso de adaptación– han sido receptivos durante las actividades.

Además de las clases de bachillerato, se capacitan en competencias que permiten su formación y reciben orientaciones y charlas motivacionales que incentivan a continuar su proceso educativo.

“Con este tipo de programas lo que se busca es, no sólo formar, sino aumentar los niveles de empleabilidad de la población rural y juvenil de Sincerín. El beneficio se traduce en preparación, mejores posibilidades de empleo y mayores expectativas en su calidad de vida”, aseguró Claribel Mallarino, trabajadora social y asesora de la articulación media técnica del Centro Agroempresarial y Minero, de la Regional Bolívar del SENA, abanderado del proceso formativo en esta población.

Formación que garantiza oportunidades

Para José Luis Díaz Polo, uno de los jóvenes que hace parte del proyecto piloto, volver a la escuela es una oportunidad para trabajar por un mejor futuro. Tiene 19 años, cursa sexto grado y está convencido de que nunca es tarde para continuar formándose y que los motivos que lo llevaron a desertar se han transformado en nuevas aspiraciones.

“Abandoné la escuela porque necesitaba trabajar para ayudar en mi casa, pero luego comprendí que si no me preparaba no recibiría buenas oportunidades de empleo. Por medio de actividades deportivas, charlas e incluso películas, me convencieron de regresar a clases. Hoy recibo clases y además me preparo para realizar vacunaciones porcinas y preparación de concentrado para los animales”, explicó el joven.

Al igual que José Luis, los otros 18 estudiantes, que hacen parte del grupo piloto, desarrollan actividades orientadas a complementar su bienestar por medio de las capacitaciones en artes y oficios.​