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    Un inteligente ‘sueño americano’

    Medellín (Antioquia)
    sábado, 18 de octubre de 2014
    Luis Antonio González es un emigrante colombiano que llegó a Estados Unidos y quien gracias a su formación en el SENA pudo abrirse camino; ahora es un empresario ejemplar y exitoso.
    Un inteligente ‘sueño americano’
    ​Desde Junio de 1975, cuando el SENA lo acreditó como egresado, Luis González agradece la buena formación que recibió y con la que hasta el día de hoy ha logrado superar sus metas.​

    ​Luis Antonio González es un emigrante colombiano que llegó a Estados Unidos en el otoño de 1971 —con visa de turista— como muchos coterráneos en busca de un mejor futuro para su familia. Empezó a ganar dólares a costa de lavar platos en los concurridos restaurantes de este país norteamericano, y aunque así inició su travesía, no continuó de la misma manera.

     

    Sólo tenía 22 años cuando emigró junto con su esposa y un hijo, de algo más de un año, al que llamaron Nelson. El amor por aquella mujer con la que jugaba a ser novios desde la infancia, y la responsabilidad de brindarle un futuro diferente a su primogénito y a la pequeña Aurora, la hija que nació durante la estadía en Estados Unidos, lo llevaron a pensar en volver a Colombia.

     

    "Me di cuenta que lo que yo hacía no me iba ayudar mucho, y después de lavar platos durante un año decidí volver con la intensión de estudiar algo relacionado con la reparación de aires acondicionados y refrigeración, que para la época y en su área, era la carrera técnica número uno en los Estados Unidos".

     

    Es un hombre cálido, formal, orgulloso de su familia y aún, el cómplice y compañero incondicional de la madre de sus hijos, que en la actualidad suman tres. Ángela, su hija menor, llegó al mundo unos años después.

     

    ​​Sólo tenía 22 años cuando emigró junto con su esposa y un hijo de algo más de un año."El SENA es la puerta que me abrió la posibilidad de cumplir mi cometido".


    Transcurrían los años setenta y empezaba a cambiar el rumbo de la familia González, que de nuevo retornaba a su país de origen, para iniciar así, con pie derecho, un largo y exitoso camino.

     

    Por casualidad, o tal vez una jugada maestra del destino, ya instalados en Bogotá —su ciudad natal— llegó a uno de los centros de formación del SENA ubicado en la carrera 30, justo un día de inscripciones. Allí estaba, el que ahora es su amigo y compadre Fabio Grosso, el instructor del área de refrigeración, quien lo matriculó a esta formación al verlo decidido por lo que quería estudiar.

     

    "Eran las inscripciones, y él, un joven en ese entonces, más o menos en 1973, me dice que si era cierto que debía llevar una carta de recomendación del partido liberal para poder entrar. Lo niego, y le digo que llene la ficha para que ingrese. Tenía muy claro lo que quería ser", cuenta el instructor tratando de recordar aquel momento.

     

    Mecánico en Reparación de Aparatos de Refrigeración y Climatización, su título como aprendiz del SENA. Dos años de estudio, siete créditos aprobados, para ese entonces, el requisito para graduarse del Centro de Formación de Electromecánica y Redes, ahora conocido como Centro de Electricidad, Electrónica y Telecomunicaciones.

     

    Formarse en la Entidad, dicho por Luis González "es la puerta que me abrió la posibilidad de cumplir mi cometido, darle estudio a mis hijos, por lo que ahora son unos excelentes profesionales; destacados", acentúa para que quede claro.

     

    ​​​​​Del lavado de platos y del  trabajo de asear los baños de los norteamericanos, el joven señor González, de  25 años de edad, terminó sus estudios tecnológicos.


    Nelson es doctor en Ciencias Políticas; Aurora se desempeñó como reportera del Washington Times y ahora se dedica a sus cuatro hijos, y Ángela, quien decidió hacer carrera como modelo, también le dio un nieto a sus padres; en total son cinco pequeños que motivan los días de los abuelos González.

     

    "El SENA ha impactado directamente mi vida, la vida de mis hermanas y mi mamá", comenta Nelson, el hijo mayor, mientras recuerda que: "Cuando regresamos a Estados Unidos mi padre formó su propia compañía, y por lo que aprendió en el SENA es que nosotros fuimos educados".

     

    Y es que la travesía de esta familia de cuna humilde, luego de un ir y venir, continuó en Virginia,  estado ubicado en la Costa Atlántica del sur de los Estados Unidos. Pero antes, el recién egresado SENA empezaba  a consolidarse en el mercado laboral de Colombia, de su país, del que apenas unos años atrás había decidido salir.

     

    El mayor de siete hermanos, que desde los 13 años tuvo que empezar a trabajar como mensajero para ayudar a su padre con las responsabilidades de la casa, tenía ahora un título que acreditaba y avalaba sus conocimientos. "La General Electric me llamó para irme a trabajar en Venezuela, luego la Westinghouse me ofreció un empleo mejor, todo esto con base en  la carrera técnica que yo saqué en el SENA. Pero por problemáticas propias de ese país no funcionó mucho, hasta llegué a pasar necesidades con mi familia". De nuevo regresó a Colombia.

     

    Del lavado de platos, incluso del duro trabajo de asear los baños de los norteamericanos, el joven señor González, que cumplía veinticinco años cuando terminó sus estudios tecnológicos, iniciaba una prometedora carrera pese a los tropiezos propios de la vida. Y es entonces, cuando en su lista de clientes empiezan a figurar empresas como Avianca, Banco de Bogotá y administraciones como la del Edificio Coltejer en Medellín, entre otras.

     

                                              ​​​​​Para el SENA siempre hay una palabra de agradecimiento y de elogio: "Es el futuro donde no había futuro".


    Era hora de emprender, y el SENA lo había formado en un área de la que siempre tuvo convicción. Nace entonces Refrigeración González, su propia empresa,  y a sus clientes llegan compañías como Phillips  y  A. Faccini & Cia. Ltda, para las que trabajaba como contratista. "Regreso a Colombia y empiezo a crecer de una forma increíble", dice emocionado, como si apenas hubiese sido ayer. Y de eso hace ya más de treinta años.

     

    En el año 1977 recibe una llamada de la Embajada Norteamérica, ya que había aplicado para la residencia en ese país. "En Colombia, y para la época, muchos negocios se hacían con licor de por medio, y es bastante difícil progresar así. Mi señora no estaba de acuerdo con ese estilo de vida que en ocasiones se solía llevar, entonces  cuando nos dieron la visa nos devolvimos inmediatamente".

     

    Llegan a localidad de Potomac Falls, en Virginia, esta vez en busca de un trabajo específico en el que pudiera ejercer su oficio. Sabía que en Colombia había dejado una gran oportunidad laboral, pero tenía claro que en este país, ajeno a sus raíces, podría trabajar en lo que se había formado.

     

    Siete dólares es la cifra que empieza a ganar por hora trabajando en una empresa que lo contrató como Técnico en Refrigeración, Aire Acondicionado y Calefacción. Su certificado del SENA le estaba dando la oportunidad de correr con una suerte diferente a la de cientos de emigrantes. Sin embargo, su nacionalidad seguía siendo la misma, colombiano, y por cerca de tres años su salario solo aumentaba 50 centavos anualmente, mientras que la de sus demás compañeros americanos subía un dólar.

     

    Refrigeración González  se había quedado en Bogotá, empacada en los recuerdos que en su momento no cupieron en las maletas, pero su dueño seguía con la vitalidad de emprender negocios, de continuar construyendo un futuro mejor para él y su familia. Con un dinero, que el mismo Gobierno estadounidense le retribuía por pago de unos impuestos mal liquidados, decide independizarse y funda Thermodynamic, Inc.

     

    "Me sentía discriminado porque yo sabía cuáles eran mis conocimientos y habilidades, y ellos no aumentaban mi pago. Decido comprarme una camioneta en abril de 1981 para empezar nuevamente por mi cuenta".

     

    Así, en la primavera de un nuevo año, dejó atrás su paso durante el otoño en que por primera vez llegó al país potencia. Era el momento de iniciar allí su propio negocio, su propia empresa.

     

     "Lo único que le queda a la gente es el estudio. Si las personas estudian progresan. Luis era un alumno muy bueno, con ganas de progresar y así lo hizo", cuenta Fabio Grosso, quien recuerda que un día de Acción de Gracias recibió una llamada en la que le agradecía por todas las enseñanzas, a lo que le respondió que: "el SENA tiene la propiedad de cambiar para bien la vida de las personas, si ellos no me pagaran a mí, si la Entidad no existiera seguramente no habrías recibido tanto conocimiento".

     

    Entre risas discretas, el señor González, quien afirma que para su empresa primero está la calidad del servicio antes que los intereses monetarios, asevera que personalmente gana más plata que el presidente Obama; a modo de chiste, pero con la intención de responder a la pregunta de cuál ha sido el crecimiento económico de Thermodynamic, Inc.

     

    "Empecé solo, luego cada año fui aumentando una camioneta y dos empleados. Llegué a tener veinte personas y seis camionetas. Tenía clientes tan importantes como algunas dependencias del Gobierno de Washington, además de cadenas de supermercados y restaurantes, entre otros. A finales de los 80  ya la empresa había crecido mucho".

     

    En los años 90 decide cambiar el modelo de contratación en Thermodynamic, y empieza a subcontratar los servicios de pequeñas empresas para poder atender el número desbordado de clientes que requieren sus servicios; a 800 llega la cifra actualmente.

     

    Nuevamente con risas, cuenta que cuando le preguntan que si lo pueden recomendar, responde que: "sabe que no, muchas gracias, agradezco el gesto pero no doy abasto".

     

    Y es que está próximo a cumplir 66 años, lleva 12 intentando empezar a disfrutar sus canas al lado de la mujer que siempre ha amado, de sus nietos y admirados hijos. Pero la última vez que una cliente de un restaurante chino lo recomendó sin decirle, publicando su tarjeta personal en un periódico dirigido a esta comunidad oriental, alcanzó a recibir más de 300 llamadas. "Nunca me cobró un peso por su pauta, me enteré cuando una de estas personas me dijo que yo como latino era muy inteligente al poner mi aviso en un periódico dirigido a ellos. Yo sólo podía leer las letras de mi nombre y número de teléfono entre el mandarín".

     

    Como emigrante tuvo que aprender a vivir lejos de su familia paterna y materna, cuando su padre murió viajó a Colombia pero con el corazón arrugado por no haberse podido despedir personalmente; es quizá uno de los momentos que más ha marcado su estadía en los Estados Unidos. Es un hombre sensible, que disfruta ayudar a las personas que lo necesitan. Le gusta viajar y los buenos restaurantes. Para el SENA, siempre hay una palabra de agradecimiento y de elogio: "Es el futuro donde no había futuro".

    YA/jrg
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