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  • Bienestar

    Venció la violencia y hoy es tejedora de derechos

    Caldas (Antioquia)
    sábado, 20 de diciembre de 2014
    Esta es otra de las historias de colombianos que, a través del apoyo del SENA, han logrado dejar atrás la situación negativa que les deja el ser víctimas del conflicto armado.
    Amalia y su compañeras de la Asociación han conseguido, gracias a su esfuerzo y trabajo, los equipos necesarios para la producción de pulpas de fruta y productos panificables. Para 2020 se proyectan como una gran empresa con marca posicionada.

    ​Usted de dónde ha sido desplazada? Su sonrisa se desdibujó. Ella pensó un momento, cerró los ojos, fijó su rostro en el cielo y, contando con sus dedos, enumeró: de San Carlos, El Carmen de Viboral, Marinilla y Caicedo La Toma.

     

    "Sí, fuimos tres veces desplazados por la violencia que azotó el oriente antioqueño y también víctimas del conflicto urbano en Medellín. De La Toma tuvimos que huir porque los que mandaban por allí le estaban diciendo a mi mamá que querían a mis hermanas y a mí". Así inició su conmovedor relato Amalia Hernández Restrepo, quien al lado de su familia –luego de ires y venires– terminó  viviendo en un establo porque no hallaron donde más refugiarse.

     

    A San Carlos, su municipio natal, entró la guerrilla, le robó el ganado a su papá  y los hicieron ir; ella no recuerda la fecha, era muy pequeña aún. Tampoco sabe exactamente cuando tuvieron que empacar de nuevo y salir corriendo del Carmen de Viboral. A Marinilla llegaron a casa de una familiar, que poco después tuvo que desplazarse también.

     

    "Nos tocó dejar la vida rural, del campo y nos fuimos todos a vivir a Medellín y, mire, allá tampoco pudimos quedarnos. La violencia y la zozobra nos perseguían", continua.

     

    En la capital antioqueña, su padre se entrega al alcohol y empieza habitar la calle dejándolos solos. Amalia, su mamá y sus siete hermanos vivían en la pobreza extrema, sin educación, sin zapatos con que cubrirse los pies del árido terreno en el que se levantaba el barrio de invasión La Toma en Caicedo. Vivían sin rumbo fijo.

    Finalmente, huyendo esta vez del daño que  bandas criminales le pudiera hacer a las hermanas Hernández Restrepo, se desplazaron al municipio de Caldas (Antioquia). En este lugar sus hermanos mayores consiguen trabajo en un establo. Allí, el patrón los deja quedarse a vivir y durante siete años tratan de reconstruir su vida en un lugar apto para caballos no para una familia que necesitaba refugio.

     

    "Yo tenía nueve años y nuestras camas eran las canecas en forma de canoas que sirven para alimentar a los caballos, cocinábamos en tarros y no vivíamos sino que tratábamos de sobrevivir", dice, con las lágrimas a punto de salir, porque –además– recuerda que su mamá hizo todo lo que pudo para que ellos estuvieran bien.

     

    La mamá de Amalia murió hace ocho años y lo que ella más lamenta es que hoy no esté aquí para conocer el nuevo capítulo que está escribiendo en su vida, gracias a su emprendimiento y convicción del que, como dicen por ahí, "la educación es el vestido de gala para la fiesta de la vida".

     

    Antes de fallecer la señora del hogar, su esposo la busca para pedirle perdón; empieza a trabajar en el sector de la construcción y logra, con materiales y un terreno que le regalan, edificar por fin una vivienda digna para sus hijos que ya iban alcanzando la adultez.

     

    La valiente mujer de esta historia, Amalia, se casó a los 16 años de edad pero la vida seguía negándole la felicidad; nuevamente es víctima, esta vez de la violencia intrafamiliar. Su esposo la maltrataba física y sicológicamente. Luego de darle cuatro hijos, que son su motivación y razón de ser, decide separarse y trabajar por los derechos de la mujer.

     

    ​Amalia es una de las 50 personas que integran la Asociación Mujeres Tejedoras de Derechos, conformada por tres Unidades Productivas asesoradas por el SENA.​​


    Actualmente, es una de las 50 personas que integran la Asociación Mujeres Tejedoras de Derechos, conformada por tres Unidades Productivas asesoradas por el SENA. La historia de Amalia fue revelada por la presidente de este grupo, Marta Yépez, al responder la pregunta: ¿Cómo las asociaciones basadas en una economía solidaria se convierten en una herramienta clave para el posconflicto?

     

    "En nuestra Asociación tenemos mujeres madres cabeza de familia, desempleadas, muchas víctimas que ha dejado el conflicto y otras actuales víctimas de la violencia intraurbana que está poniendo en peligro a sus hijos y nietos sino se avanza en la paz", respondió Marta, quien en una pausa rescató la historia de Amalia. Ella es "un ejemplo de superación; tienen que conocer su historia,

    es una experiencia muy hermosa por su capacidad de salir adelante".

     

    Retomó la pregunta inicial y añadió: "Somos amantes de la Paz. Todos estos procesos organizativos, de economía solidaria, de emprendimiento e innovación son definitivos para construir una Colombia firme en términos de ciudadanía, derechos y dignidad humana. Hay que salvar generaciones con iniciativas productivas y empresariales".

     

    Marta Yépez es quien lidera este grupo de soñadoras, emprendedoras y defensoras de los derechos humanos de la mujer. Su consigna: ser reconocidas socialmente como una organización de mujeres urbanas y rurales que desarrollan proyectos económicos sostenibles buscando  generar ingresos y bienestar para sus familias.

     

    La misma pregunta que respondió Marta, la del rol de la economía solidaria en el posconflicto, la contestó Luis Fernando Gómez, director Ejecutivo para Antioquia de la Confederación de Cooperativas de Colombia (Confecoop): "La economía solidaria se vislumbra como la mejor alternativa para afrontar el posconflicto. El modelo solidario y todos los esquemas que lo conforman, son considerados la estrategia más apropiada para la dinamización de la economía, especialmente en el agro, y para la reconstrucción de tejido social".

     

    TEJIENDO OPORTUNIDADES

     

    Mujeres Tejedoras de Derechos es una de las 866 organizaciones basadas en un modelo de economía solidaria, como lo son las Asociaciones y las Cooperativas que en Antioquia apoya, forma y asesora el SENA.

    Legalmente, la Asociación se conformó en 2012 –entidades como la Alcaldía municipal de Caldas y el SENA estuvieron acompañando este proceso– y ya para 2013 tenían su primera Unidad Productiva llamada Tejifrut; el primer sueño materializado, una productora y comercializadora de derivados de la fruta.

     

    Amalia, la protagonista de esta historia en la que se refleja el emprendimiento y tenacidad de sus 49 compañeras de la Asociación, hizo parte de este proceso en el que la entidad en que más confían los colombianos las formó en Emprendedor en Procesamiento y Comercialización de Productos Derivados de Frutas y Hortalizas.

     

    Pero para estas tejedoras de oportunidades, de sueños, llegaría un segundo momento que les permitiría seguir creciendo. Recibieron nuevamente formación, esta vez en Emprendedor en Procesamiento y Comercialización de Productos Panificables y como resultado conformaron este año la Unidad Productiva Famihorno.

     

    ​Con el SENA, Amalia ha recibido formación complementaria y quiere llegar a ser una gran tecnóloga, quizá en algo relacionado con recursos humanos.


    "Yo empecé en Tejifrut pero luego me pasé para Famihorno. Igual todas trabajamos muy unidas y estamos tratando de conseguir los insumos y todo lo necesario para que nuestras unidades productivas pronto puedan significar buenos ingresos para nosotras", contó Amalia con una voz más alentadora y una expresión de esperanza. Aquí es cuando su historia toma otro rumbo.

     

    Ella recientemente validó su primaria y en pocos días espera recibir su título de bachiller. Con el SENA ya ha recibido formación complementaria y quiere llegar a ser una gran tecnóloga, quizá en algo relacionado con recursos humanos.

     

    En este momento, las mujeres consolidan una tercera unidad productiva llamada Unicarnes, gracias a la formación que les dio el SENA recientemente en Procesamiento y Comercialización de Productos Cárnicos.

    Gómez, el director ejecutivo de Confecoop, no dejó pasar por alto hablar de la importancia de entidades como el SENA en este proceso. "El país necesita organizaciones comprometidas con el desarrollo y bienestar de las comunidades; en este sentido, las instituciones educativas tienen un papel muy importante en lo que a formación y acompañamiento se refiere, pues es evidente que a través de la educación se logra una mejor calidad de vida".

     

    La entidad les ha brindado más de 900 horas de formación y las ha ayudado a materializar sus ideas de negocio con cerca de 5 millones de pesos en capital semilla.

     

    Consiente de la importancia de apoyar procesos de economía solidaria, la directora (e) de la Regional Antioquia del SENA, Ángela Valderrama se unió a los testimonios de las mujeres que relatan esta historia:

     

    "Fortalecer estos procesos productivos es de vital importancia para la Entidad, por eso cuando trabajamos con asociaciones, cooperativas los atendemos en áreas agropecuarias, de servicios e industria. Nuestro programa Jóvenes Rurales Emprendedores y posteriormente la Unidad de Emprendimiento los acompañan desde su formación y creación".

     

    Entre tanto, la líder Marta, quien fue 30 años misionara en países como Brasil, Perú, Ecuador y Colombia, y que hoy pone a disposición su casa para que sea la sede que acoge a estas luchadoras reiteró: "Para nosotras el aporte, apoyo, reconocimiento y acompañamiento del SENA ha sido definitivo en la construcción de la Asociación, existimos gracias a ello.  Y vamos a seguir luchando para convirtiéndonos en una gran empresa, porque aquí todas tienen una gran ilusión de mejorar su calidad de vida familiar".

     

    "Me veo como una gran empresaria, ayudando a más mujeres. La Asociación y el SENA han sido una bendición", dijo Amalia y sonrió.​

    YAC/for/agf​
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