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  • Bienestar

    “Mi aporte a la paz es compartir mi saber”

    Bogotá D.C.
    miércoles, 14 de enero de 2015
    Historia de una madre adolescente de 20 años y aprendiz del SENA, quien emprendió un proyecto productivo inspirado en su pequeña hija de dos años.
    ​“Le debo al SENA todo lo que soy; aprendí un arte, valores, emprendimiento y también me dan apoyo económico. Me cambió la vida. Sin la entidad no hubiera tenido tantas oportunidades”, aseguró Marcela Yagüara.

    ​Marcela Yagüara, madre adolescente de 20 años y aprendiz del SENA, emprendió un proyecto productivo inspirado en su pequeña hija de dos años, a través del cual apoya a otras jóvenes en su misma condición.

     

    Cuando Marcela quedó en estado de embarazo, aun siendo estudiante de colegio y con 17 años, pensó que su vida se había estancado porque, según ella, Sara Isabella llegó a su vida de forma inesperada y no tenía la madurez para afrontarlo.

     

    "No busco excusas ni mucho menos, pero quedé embarazada porque tuve mucha libertad; además influyó que mi mamá se la pasaba trabajando y mis papás son separados, entonces podía hacer lo que quería. Sin embargo, mi mamá me apoyó", dijo la joven bajando la mirada y reflejando pena en su rostro.

     

    Luego elevó la mirada hacia el horizonte y con voz de esperanza expresó que "gracias al impulso de su progenitora entró al SENA a estudiar Diseño para la Industria de la Moda en el Centro de Manufactura en Textiles y Cuero de la Regional Distrito Capital", lo que le ha permitido salir adelante siendo su hija el motor que la impulsa.

     

    Un día Marcela pasó por un almacén de marca de ropa para niños y quiso comprarle un abrigo a su hija porque le gustó el diseño, pero era muy costoso y no tenía el dinero para adquirirlo, lo que la hizo sentirse frustrada; entonces se preguntó el porqué no era posible comprarle ropa bonita, de buena calidad y a un precio razonable.

     

    Ese sentimiento fue el estímulo para emprender su proyecto productivo desde hace cerca de un año. La joven de 20 años, que no contaba con el dinero para iniciarlo, se soportó en el apoyo de sostenimiento que la entidad brinda a los aprendices, ayuda económica mensual que entre otros beneficios evita que los jóvenes deserten de su formación.

     

    ​​"Con ese dinero que me daba el SENA y que ahorré durante ocho meses compré dos máquinas industriales, tres familiares, la mesa de corte, un estand, una vitrina y muchos insumos".​​

     

    "Con ese dinero que me daba el SENA y que ahorré durante ocho meses compré dos máquinas industriales, tres familiares, la mesa de corte, un estand, una vitrina y muchos insumos. Tenía las herramientas, el conocimiento y sobre todo las ganas, pero no sabía cómo hacerlo", narró.

     

    Con el espíritu de emprendimiento inculcado por la entidad en que más confían los colombianos, Marcela decidió arriesgarse a presentar su propuesta y acudió a su centro para solicitar asesoría; allí le indicaron cómo presentar su proyecto como alternativa de etapa productiva. Fue así como nació Sarabella, dedicada al diseño y fabricación de ropa para niñas, que también tiene un componente social.

     

    "Además de vender mis productos bonitos, de buena calidad y a buen precio, quiero ayudarles a otras mamitas jóvenes, que no tienen un arte ni experiencia laboral para conseguir trabajo. Tengo cinco amigas en igual condición que yo, les enseño y las contrato por horas, dependiendo de los pedidos. Esto les demuestra que tener un hijo joven no es impedimento para querer hacer las cosas", dijo.

     

    Esta aprendiz, madre, esposa y emprendedora, expresó la dificultad que tuvo para iniciar su plan de negocio, pues su experiencia no era suficiente ya que tenía un año formándose en esa área. Quería hilar su vida y no le importó sentirse rechazada muchas veces por la sociedad e insistió para ganarse los clientes demostrando responsabilidad y dedicación.

     

    "Yo pienso que puedo aportar a la paz compartiendo un saber, un arte. Estoy brindando oportunidades; no solo me estoy superando yo, porque aún sigo aprendiendo, sino que estoy ayudando a otras jóvenes porque uno como mamá trata de hacer todo lo posible por sus hijos; Ellas están aprendiendo cómo ganarse la vida y yo pienso que la paz se trata de eso", puntualizó Marcela.

     

    Su madre, Flor Alba Oyola, y el padre de su pequeña, Rubén Darío  Arias, de 22 años de edad, son su apoyo incondicional en el emprendimiento de su proyecto. A ellos agradece la confianza depositada, porque según expresó no se debe rechazar a las jóvenes en esta situación, ya que ello derrumba ilusiones.  ​

    IM/agf
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