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  • Bienestar

    Con formación del SENA, gestoras de paz y agentes educativos

    Barranquilla (Atlántico)
    domingo, 01 de febrero de 2015
    Tres mujeres técnicas en Atención a la Primera Infancia, evidencian a través del servicio comunitario que se pueden generar ingresos para sus familias mientras se construye tejido social.
    Con formación del SENA, gestoras de paz y agentes educativos
    Durante el proceso de formación, las agentes educativas desarrollaron conocimientos en pedagogía y conocimientos respecto a los procedimientos y vías para el restablecimiento de los derechos de los niños.

    Vocación de servicio, experiencia en la atención y cuidado de niños, ser una persona reconocida en la comunidad y contar con una casa segura, limpia y de fácil acceso,  son requisitos para ser una madre comunitaria.

    Su labor es el de construir tejido social, a través de la formación de los más pequeños y el acompañamiento de los padres en la crianza de sus hijos. En últimas, ellas se encargan de la alimentación, cuidado, estímulo y seguridad de infantes menores de siete años.

    Es por ello que con el fin de fortalecer la calidad del servicio prestado a niños y familias vulnerables del país, el SENA forma a estos agentes educativos desde 2007 como técnicos integrales para la atención de la primera infancia.

    Entre ellas, Lexis Cervantes, con más de 23 años como madre comunitaria, a quien su labor le permitió reivindicar el papel de la mujer en la sociedad y logró demostrar que tener hijos no es impedimento para formarse y trabajar; Catalina Carrillo, con 22 años de experiencia, a quien su amor por los niños la motiva e impulsa a realizar su labor incluso por fuera de su hogar comunitario; y Bertilda Orozco, una profesional en sociología y estudiante de Derecho, quien  trabaja por las comunidades afrodescendientes  y jóvenes en las drogas.
     
    ‘EL ESCONDITE’

    Antes de casarse hace más de 23 años, Lexis Cervantes, había adelantado estudios en Secretariado Ejecutivo, esto impulsado por su vocación de servicio y por las condiciones económicas del momento, que no le permitían iniciar una carrera profesional.

    “Desde siempre a mí me ha gustado estar actualizada, aprender y en ese tiempo lo que yo quería era estudiar, seguirme formando para crecer profesionalmente”, aseguró.

    Antes de empezar a ejercer su carrera técnica, quedó en embarazo de su primer hijo; a partir de ese momento, motivada por su esposo, quedó a cargo del hogar y no podía, aunque quisiera, desarrollar cualquier otra actividad. Estaba “escondida” de las oportunidades laborales o  de formación.

    “A él no le gustaba que yo saliera a trabajar y fuera a dejar a los niños, podíamos tener los problemas económicos que fueran pero él era el responsable de conseguir la plata y yo tenía aja, que estar pendiente del hogar;  es más se molestaba si yo decía que quería estudiar o algo pues decía que ya yo tenía hijos y tenía era que ver que ellos fueran al colegio y estuvieran bien”.

     

    “Desde siempre a mí me ha gustado estar actualizada, aprender y en ese tiempo lo que yo quería era estudiar, seguirme formando para crecer profesionalmente”.​

    Como quien juega al escondite, mientras se veía limitada a labores de ama de casa, contó en silencio durante muchos años, para poder encontrar esa oportunidad oculta que la hiciera sentir productiva y la ayudara a crecer personalmente. Un día la halló: ganó una convocatoria para ser madre comunitaria del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).

    “Fue mi oportunidad de seguir criando a mis hijos, de trabajar, de generar ingresos, de hacer algo más allá, de sentirme como productiva, que estaba haciendo algo; eso para mí fue una bendición” ,dijo.

    Más de dos décadas después volvió a estudiar, a pesar de los problemas, esta vez decidió no dejar que las oportunidades pasaran y que alguien decidiera por ella; fue así como culminó sus estudios con el SENA en Atención Integral a la Primera Infancia.

    “Cuando me llegó la notificación para estudiar dije: ay Dios mío gracias; porque eso lo había anhelado hace mucho tiempo y pues llegó en el tiempo preciso porque ya mis hijos están grandes. Mi esposo no me apoyó en ese momento, me decía que para que iba a estudiar otra vez pero lo hice y estoy feliz, no imaginé que pudiera aprender tanto a los 46 años”.

     
    ‘EL TROMPO’

    El trompo es  un objeto que puede girar sobre una punta. Este juego para niños, asemeja la labor que desempeña Catalina Carrillo, desde hace más de 22 años en el barrio Rebolo de Barranquilla, uno afectado por la violencia y la pobreza.

    Catalina es la punta del trompo, la fuerza angular que impulsa a padres a salir de actividades ilícitas o que no representan un buen ejemplo para los niños que cuida en su hogar comunitario. Ella busca el equilibrio de su cuadra, de su barrio  y es reconocida por ello.

    “En el barrio me reconocen como la ‘seño’ que escucha, que da buenos consejos, que está pendiente además de los niños dentro del hogar, de la crianza que los padres le dan”.

    Su trabajo humano y solidario, aporta a la construcción de una mejor sociedad: “Mi labor no es juzgar, ni decirle a los padres que hacer porque eso generaría problemas y resistencias, yo trato más bien de orientarlos y apoyarlos en salir de malos pasos o algo que no esté bien, haciéndolos comprender lo importante que es el ejemplo para los niños. En este barrio hay problemas entre pandillas por ejemplo y si sé de algún padre o acudiente en esas condiciones trato de darles charlas y hacerles acompañamientos”.

    También enseña a los padres a conectarse y pasar tiempo de calidad con los niños, pues ha tenido casos donde las mamás son las que la atienden a y los papás se quedan en la puerta observando, “como mirando desde la barrera por esa actitud machista que indica que las madres son las que deben dedicarse a la crianza de los hijos,  pero al final he logrado que ellos también se interesen por compartir, jugar, enseñarle a los niños”.

     

    “En el barrio me reconocen como la ‘seño’ que escucha, que da buenos consejos, que está pendiente además de los niños dentro del hogar, de la crianza que los padres le dan”.​

    Pero para ella ser agente educativo representa más que un trabajo, es una motivación. Es por ello que desarrolla actividades en horarios adicionales  a la atención del hogar como jornadas de lectura, cine,  teatro o títeres para evitar que el tiempo libre sea empleado en actividades negativas o poco productivas.

    “Para mí los niños son el futuro, por eso requieren de especial cuidado y trato de mantenerlos ocupados para que no anden en la calle en malas compañías o sean víctimas del entorno. Para mí son mis hijos por eso tengo la necesidad de protegerlos del entorno difícil”.
     
    ‘LA COMETA’

    Bertilda Orozco Figueroa de 58 años de edad, inició su trabajo como madre comunitaria para  generar ingresos en su familia en 1989, cuando acababa de parir al último de sus tres hijos.

    En ese tiempo su esposo quedó sin trabajo y gracias a su labor como agente educativa de un hogar del ICBF, donde atiende a las madres gestantes y lactantes, y a los niños hasta dos años, enseñándoles a las familias buenas prácticas de cuidado y crianza, pudieron afrontar las dificultades económicas. Hoy, 25 años después  y al cumplirse un año de haber quedado viuda, puede seguir sosteniendo  su casa resultado de la misma ocupación.

    Aunque inició el hogar siendo una bachiller, hoy es profesional en Sociología, interesada en estudiar el comportamiento de los individuos en la sociedad y estudiante de Derecho en la Universidad del Atlántico, motivada por la necesidades de restablecimiento de derechos de los niños y las comunidades indígenas y afrodescendientes.

    “Siempre estuve interesada en estudiar pero en ese tiempo quería dedicarme a mis hijos, después de criarlos comprendí que nunca es tarde para aprender y que con mis estudios yo podía aportar más a la construcción de un barrio, sociedad,  país en paz”.

    En su Hogar comunitario atiende a 13 familias del barrio Rebolo de Barranquilla, la mayoría de ellas afro. Es por ello que trabaja en conjunto con la fundación Kusuto, en la lucha por los derechos de las comunidades afrocolombianas.

    “Además de realizar mi labor y asesorías en el cuidado y crianza de los niños, oriento a las madres afro sobre sus beneficios como descendientes de esa raza, las impulso para que salgan adelante, estudien. Sólo hace unos meses, una madre adolescente beneficiaría de mi hogar empezó una carrera universitaria gracias a mis gestiones con entidades para que los apoyen y puedan acceder a educación superior”.

    En la actualidad, como una cometa, Bertila vuela alto y le realiza una investigación sobre las actitudes de los padres para con los hijos en la crianza y las consecuencias que estas acarrean; la formación del SENA aportó para el adelanto de este trabajo.

    ADG/agf
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