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    “En el SENA, así uno esté viejo, sigue aprendiendo”

    Neiva (Huila)
    domingo, 21 de junio de 2015
    Historia de una de las instructoras que hoy, al cumplirse 58 años de haberse fundado la entidad, se convierte en símbolo de aquellos que forman a millones de colombianos.
    “En el SENA, así uno esté viejo, sigue aprendiendo”
    Los instructores cumplen una labor fundamental en la capacitación de técnicos y tecnólogos de calidad. A través de la historia de Inesita (foto), SENA Noticias rinde homenaje a cada una de las personas que han estado a cargo de los ambientes de formación.

    Ser instructora, para Inés Castaño Quiroga, es una experiencia plena de felicidad y orgullo. A través de su vivencia, esta formadora de Secretariado del SENA en el Huila, materializó su proyecto de vida. 

    Inesita, como todos le llaman, a sus 77 años asegura que no hay mayor satisfacción para un educador que sentirse realizado y ser útil a los demás, gracias al deber cumplido. 

    “El SENA lo forma a uno para el futuro. Hace 26 años salí de la institución y desde ese tiempo le he venido sirviendo a la comunidad como voluntaria. Al igual que en el SENA, capacito a jóvenes y adultos; así mismo, gestiono bienestar para las personas que lo necesitan”, señala la mujer que tomó posesión de su cargo el 28 de septiembre de 1963, cuando se convirtió en una de las primeras instructoras de la entidad en el departamento. 

    Sus cálidas palabras coinciden con las de Luis Alberto Tamayo Manrique, director Regional del SENA, quien recalca que los instructores juegan el papel de nivel ocupacional más importante de este organismo, pues son los responsables de ejecutar la formación profesional integral del talento humano requerido por los sectores productivos colombianos.
     
    “Inés y todos nuestros instructores son constructores de país, gestores de conocimiento, artesanos de esas joyas que son nuestros aprendices”, agrega el funcionario.  

    En efecto, gracias al trabajo adelantado por los instructores, la entidad contribuye a la transformación de vidas. Tan sólo en 2015, ha atendido a cerca de 81.420 huilenses que hoy adelantan su proceso de formación en los niveles técnico, tecnológico y complementario. 

    A ellos se suman los 23.756 vinculados a programas virtuales, otro de los ejes con los que el SENA ayuda a las poblaciones menos favorecidas en su intención de dibujar nuevos horizontes de la mano de personas que, como Inés, han pasado por la institución en sus 58 años de existencia. 

    ALMA, CORAZÓN Y VIDA OPITAS

    Sentada, mirando un álbum de fotos viejas mientras pasa sus manos entre sus cabellos blancos para acomodarlos, como ella dice, Inés recuerda que viene de una familia humilde compuesta por siete hermanos, un padre trabajador y una madre amorosa que murió a los 102 años dejando un testimonio de vida ejemplar. 

    Inesita es oriunda de San Antonio de Anaconia (corregimiento de Neiva) y desde muy joven decidió que lo que quería para su vida era contribuir a la formación con valores, en un ambiente en el que las personas sean respetuosas de lo público y lo cultural y le sirvan de la mejor manera a la sociedad, siendo ésta la razón, tal vez, por la que estudió con las hermanas salesianas.​

    Inesita, como todos le llaman, a sus 77 años asegura que no hay mayor satisfacción para un educador que sentirse realizado y ser útil a los demás, gracias al deber cumplido.​​​​

    Mientras pasa las hojas del álbum que tiene en su regazo y continúa su relato dice que no tardó mucho en emprender su vida laboral, luego de culminar sus estudios, pues fue nombrada secretaria de la Institución Educativa Escuela Normal Superior de Gigante, donde permaneció cuatro años al final de los cuales asumió como contadora de la Tesorería Departamental del Huila, lugar en el que por primera vez escuchó del SENA. 

    En ese tiempo, la entidad más querida por los colombianos abría sus primeras acciones de formación en la región con un instructor de Agropecuaria y buscaba para su equipo a una formadora en Secretariado, cargo que llamó la atención de Inés, quien de inmediato se presentó y fue escogida.
     
    Después de 52 años de iniciar su carrera como instructora, Inés Castaño dice con voz clara y precisa que para ser un buen instructor hay que mostrarse, ante todo, como un buen ser humano, con un gran corazón, quien no les da mayor importancia al marcador y el tablero y, por el contrario, se enfrenta con inteligencia a los retos de este país.
     
    Este pensamiento le sirvió desde el instante en el que se convirtió en parte fundamental del SENA, donde inicialmente fue formada para guiar el desarrollo de competencias técnicas y blandas en la naciente fuerza laboral de la región. Su inducción, de 580 horas, culminó el 28 de septiembre de 1963, cuando tomó posesión.

    Inesita, con un salario de 1.100 pesos, se ubicó como la segunda instructora del SENA en el Huila. Pero, ella –asegura hoy– nunca imaginó que la institución llegaría a contar con los más de 300 instructores que en la actualidad están al servicio de la entidad en la región y, por supuesto, del país. 

    En aquella época, el SENA en Neiva estaba ubicado en la calle 9 entre carreras 12 y 13, en un segundo piso, donde se impartía la formación en Agropecuaria. Con la llegada de Inés, se abrieron las inscripciones en Comercio, programa que permitió a cientos de secretarias aprender y mejorar su oficio. 

    Castaño Quiroga recuerda que de ese primer grupo fueron certificadas siete mujeres, quienes se graduaron con ‘bombos y platillos’, gracias a que el proceso era una novedad y se convirtió en todo un éxito.
     
    DESTACADA LABOR

    La labor cumplida por Inés, como instructora, es una de las más destacadas en la entidad. Su permanente deseo de avanzar y su consagración se reflejan en el notorio papel que desarrolló como guía en la educación de las personas que estuvieron a su cargo. 

    Tal desempeño le permitió convertirse en directora de la División Industrial de la Dirección Nacional del SENA, en 1966. Este nuevo rol le abrió la posibilidad de trabajar por el bienestar integral de los aprendices y ella, decidida como siempre, incluyó en su carta de navegación la realización de actividades como el teatro, los festivales de la canción y hasta los reinados. 

    De forma paralela, Inés crecía profesionalmente, el SENA ampliaba su cobertura y la divulgación, la novedad y el trabajo de los instructores llamaban la atención de la población que buscaba capacitación para adultos. 

    En vista del fortalecimiento de la entidad, su sede fue trasladada al Edificio Eugenio Ferro Falla, donde fueron ocupados dos pisos entre ambientes de formación y oficinas administrativas.

    Para Inés, el desempeño de los instructores frente a la labor educativa, tanto en el ambiente de formación como en todos los espacios, es prenda de garantía de una enseñanza de calidad​​​

    “En 1967, año del terremoto en Neiva, disfrutábamos los amplios espacios del nuevo centro, lugar al que, aunque temerosos de volver por esos acontecimientos naturales, regresamos por el amor hacia nuestros compañeros y aprendices”, indica la mujer, quien a su vez recuerda que a esa búsqueda del bienestar de los allí formados se unió el Banco Mundial de Alimentos, que ofrecía comida a los aprendices y aportaba al cumplimiento de los lineamientos de la promoción humana. 

    Se considera un ‘patito feo’, pues durante sus años mozos no encontró el amor de su vida. Pero, a falta de un hombre y un hijo, Inesita tiene 18 sobrinos y un centenar de aprendices que aún la recuerdan y le celebran su cumpleaños y otras fechas especiales. Para ellos, su instructora es el ‘más bello cisne’.

    “Es un faro en el norte, un ejemplo de guianza, de inspiración, de compromiso; Inés va más allá del deber ser, de la total entrega, del hacer mejores personas, más capacitadas, y del desarrollo en todas sus aristas de la formación integral”, enfatiza Luis Alberto Tamayo.

    Para el funcionario, Inés Castaño es una mujer que dedicó su vida a la enseñanza y a compartir sus conocimientos y su don de gentes, lo que la convierte en un ícono ante sus sucesores. Es, sin duda, un personaje que emana carisma, compromiso, responsabilidad y sabiduría. 

    Para ella, el desempeño de los instructores frente a la labor educativa, tanto en el ambiente de formación como en todos los espacios, es prenda de garantía de una enseñanza de calidad.

    Todas estas cualidades, considera, tenían los instructores que estuvieron en el nacimiento del SENA en el Huila. Ellos, al llegar a la sede propia –ubicada en la carrera 5 con avenida La Toma de Neiva-, gestionaron la instalación de las redes de energía eléctrica, la pintura del lugar y, por supuesto, lideraron la lucha por conseguir los primeros patrocinios para los aprendices.

    Los mismos que han conseguido apoyo de la entidad no sólo en materia de formación, sino en términos de empleabilidad. A través de estrategias como la liderada por la Agencia Pública de Empleo, que en 2015 ha inscrito a más de 6 mil huilenses, orientado a 8 mil más, publicado 2.100 vacantes y colocado a mil personas que hoy pueden decir, con orgullo, que consiguieron una ocupación digna y ‘sin palancas’. 

    “El SENA es una escuela donde, así uno esté viejo, sigue aprendiendo. Lo importante es que pese a las dificultades nos mantengamos firmes, con la convicción de que todo se debe y se puede superar”, puntualiza Inesita.
     
    Diferentes acontecimientos, familiares y personales, han golpeado su caminar. Sin embargo, Inés Castaño ha logrado sortearlos y hoy, con la mirada fija en el horizonte y la satisfacción del deber cumplido, asegura que en la vida las diferencias y las dificultades vienen, pero también se van.

    Comunicaciones Sena
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